EL TIEMPO EN EL VIAJE

miércoles, 16 de abril de 2008


…”El tiempo, entonces, se estira suavemente o se contrae, pierde esa majestad de mármol que es su bien más monstruoso: se hace ligeramente falible. Pero, una vez salvado ese tropiezo, el tiempo del viaje se vuelve un modelo a escala y despiadado del tiempo de una vida: hay un límite más o menos cercano, todo debe ser hecho en el apretado espacio de equis días pero, en este caso, el límite es explícito, se lo conoce de antemano. El viajero es siempre un condenado, y el tiempo y su desliz se vuelven aún más angustiosos y aparece -se me aparece- la obligación de aprovechar a ultranza todos los momentos. Y todos los espacios: en tanto lugares, obscenamente la certeza de que uno nunca volverá a ese lugar. Modelo vergonzoso del aprovechamiento”.


Martín Caparrós, Larga Distancia


¿Cuántas cosas pasan, y cuántas no, en torno a él?

Ese factor es el denominado TIEMPO. O por lo menos así le dicen. Acompañante en solitarias noches, paciente en situaciones críticas, impaciente en apuros, justo cuando podes descansar las horas merecidas, e insuficiente cuando no te alcanzan los minutos, las horas, para compartir felices momentos con las personas que amas.
Aunque no todo funciona como un sistema perfecto, aprovechar los momentos sería la clave. El estar condenado, a espacios físicos inevitables de la vida, sería el propagador a que la vergüenza ya no sea más vergüenza. Necesidad se antepone al tiempo, primero lo urgente después lo importante; y es así como funciona: el viajero a costa de lo que no puedo manejar, lo inmodificable, se expone a lo que sea para que ese determinado momento sea ameno o, se haga eterno.
Tu persona en segundo plano y, como eje, el reloj con sus agujas que determinan tus actos.

TIC,TAC,TIC,TAC…¿Qué estás esperando?


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