¿QUÉ IMPLICA UN VERDADERO VIAJE?

miércoles, 23 de abril de 2008


“El relato, la relación, la narración son connaturales al viaje y, de algún modo, la condición de existencia de un viaje residiría, en parte, en la posibilidad de ser narrado. No sólo de ser narrado: también de ser escrito. No sólo de ser escrito: también de ser leído”

Jorge Monteleone, El relato de viaje: de Sarmiento a Umberto Eco



Cita que me ha impulsado a buscar la definición, en un diccionario enciclopédico, de la siguiente palabra…

Viaje: (del Cat. Viatge, y éste del Lat. Viaticum) Recorrido que se hace de un lugar a otro, especialmente cuando se lleva una carga o peso.

…Y es así que logré entender el estrecho vínculo entre, lo que la mera definición dice y, aquella naturaleza propia del viaje que menciona Monteleone. Como si esa carga o peso, tal como se define literalmente, fuese lo que le de sentido o forma a la noción de Viaje. Como si la existencia de una, condicionara la otra.

Viaje, por un lado, y necesidad explícita de ser narrado, escrito, leído. Solo una relación los compromete, el recorrido necesario de un lugar a otro, y la carga arraigada en él. Ese deseo de que tu voz interior, protagonista de aquella “experiencia única”, sea plasmada en un trazo de papel, o narrada mediante artilugios de palabras, o simplemente oída por la persona que tanto añoras que escuche.

Todo viaje, como escape, visita, búsqueda, camino, sueño o solo turismo, necesita de una condición. Esa estructura de la cual se sustente el corto o largo trayecto por venir. Argumentos que, en sí, definen lo que implica un verdadero Viaje.

EL TIEMPO EN EL VIAJE

miércoles, 16 de abril de 2008


…”El tiempo, entonces, se estira suavemente o se contrae, pierde esa majestad de mármol que es su bien más monstruoso: se hace ligeramente falible. Pero, una vez salvado ese tropiezo, el tiempo del viaje se vuelve un modelo a escala y despiadado del tiempo de una vida: hay un límite más o menos cercano, todo debe ser hecho en el apretado espacio de equis días pero, en este caso, el límite es explícito, se lo conoce de antemano. El viajero es siempre un condenado, y el tiempo y su desliz se vuelven aún más angustiosos y aparece -se me aparece- la obligación de aprovechar a ultranza todos los momentos. Y todos los espacios: en tanto lugares, obscenamente la certeza de que uno nunca volverá a ese lugar. Modelo vergonzoso del aprovechamiento”.


Martín Caparrós, Larga Distancia


¿Cuántas cosas pasan, y cuántas no, en torno a él?

Ese factor es el denominado TIEMPO. O por lo menos así le dicen. Acompañante en solitarias noches, paciente en situaciones críticas, impaciente en apuros, justo cuando podes descansar las horas merecidas, e insuficiente cuando no te alcanzan los minutos, las horas, para compartir felices momentos con las personas que amas.
Aunque no todo funciona como un sistema perfecto, aprovechar los momentos sería la clave. El estar condenado, a espacios físicos inevitables de la vida, sería el propagador a que la vergüenza ya no sea más vergüenza. Necesidad se antepone al tiempo, primero lo urgente después lo importante; y es así como funciona: el viajero a costa de lo que no puedo manejar, lo inmodificable, se expone a lo que sea para que ese determinado momento sea ameno o, se haga eterno.
Tu persona en segundo plano y, como eje, el reloj con sus agujas que determinan tus actos.

TIC,TAC,TIC,TAC…¿Qué estás esperando?


PREAMBULO A LAS INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA AL RELOJ

jueves, 10 de abril de 2008

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar