“El relato, la relación, la narración son connaturales al viaje y, de algún modo, la condición de existencia de un viaje residiría, en parte, en la posibilidad de ser narrado. No sólo de ser narrado: también de ser escrito. No sólo de ser escrito: también de ser leído”
Jorge Monteleone, El relato de viaje: de Sarmiento a Umberto Eco
Cita que me ha impulsado a buscar la definición, en un diccionario enciclopédico, de la siguiente palabra…
Viaje: (del Cat. Viatge, y éste del Lat. Viaticum) Recorrido que se hace de un lugar a otro, especialmente cuando se lleva una carga o peso.
…Y es así que logré entender el estrecho vínculo entre, lo que la mera definición dice y, aquella naturaleza propia del viaje que menciona Monteleone. Como si esa carga o peso, tal como se define literalmente, fuese lo que le de sentido o forma a la noción de Viaje. Como si la existencia de una, condicionara la otra.
Viaje, por un lado, y necesidad explícita de ser narrado, escrito, leído. Solo una relación los compromete, el recorrido necesario de un lugar a otro, y la carga arraigada en él. Ese deseo de que tu voz interior, protagonista de aquella “experiencia única”, sea plasmada en un trazo de papel, o narrada mediante artilugios de palabras, o simplemente oída por la persona que tanto añoras que escuche.
Todo viaje, como escape, visita, búsqueda, camino, sueño o solo turismo, necesita de una condición. Esa estructura de la cual se sustente el corto o largo trayecto por venir. Argumentos que, en sí, definen lo que implica un verdadero Viaje.